Por Redacción PortalCruceros
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El archipiélago de Magdalen Islands se extiende por el corazón del Golfo de St. Lawrence, frente a la costa atlántica de Canadá, en la provincia de Quebec. Cuenta con una docena de islas, de las cuales solo siete están habitadas y seis están conectadas entre sí por puentes y estrechas franjas de arena. Ese es uno de los destinos de los viajes de Ponant, por lo que la empresa turística destacó cada uno de sus atractivos.
“En las Islas, no necesariamente sabemos la hora, pero contamos con horas”. Hay que recordar este dicho local durante la visita a las Islas, donde los acantilados de arenisca roja están salpicados de faros y las playas de arena blanca se extienden hasta donde alcanza la vista, en una tierra caracterizada por verdes colinas, bosques y lagunas. Su singular ecosistema ofrece el lugar perfecto para que la naturaleza prospere.
Pedalear por Green Road con el mar como único compañero incansable es una opción. Recorrer la isla Grindstone, puerta de entrada al archipiélago o ir hacia el sur, en una carretera panorámica que serpentea entre las coloridas casas de la isla Havre Aubert es otro.
Los turistas también pueden alejarse de la costa a bordo de un kayak de mar alrededor de la isla Grindstone, comenzando desde el parque Gros-Cap, donde hay una red de túneles y cuevas flanqueadas por majestuosos acantilados de arenisca roja. Este lugar, donde la tierra y el océano se encuentran, está lleno de sorpresas.
La zona que rodea la isla Havre Aubert también alberga dos de los sitios más emblemáticos del archipiélago. Uno es la histórica La Grave (una estrecha franja de tierra que se adentra en el mar, donde se asentaron los primeros pobladores) y la hermosa Butte des Demoiselles. Se dice que las esposas de los pescadores solían subir a la cima de esta última para esperar a sus maridos que regresaban del mar.
Los visitantes de Ponant también proponen explorar el bosque más grande del archipiélago en la isla Havre Aubert y observar su extraordinaria fauna y flora mientras pasea por los pequeños senderos forestales. Con un poco de suerte, se podrían cruzar con una liebre de raquetas de nieve, una especie que estuvo en peligro de extinción, pero que ha sido reintroducida en la isla en los últimos 20 años. Una larga pasarela de madera lleva por arroyos y marismas, a través de un hábitat asombroso que alberga todo un ecosistema rodeado de espadañas, una herbácea perenne que prospera en marismas y humedales.
La pesca de langosta, una tradición y un espectáculo para la vista, es una actividad frecuente en Magdalen Island. Como principal fuente de ingresos, es un símbolo de orgullo y buena voluntad local. Marca el ritmo de vida en las islas y podría marcar el del visitante durante su estancia, mientras recorre los muelles y puertos y charla con pescadores siempre dispuestos a compartir su pasión.
Para llegar a la única isla habitada del archipiélago hay que tomar un ferry. Allí hay paisaje natural virgen de verdes colinas salpicadas de algunas casas coloridas, una pequeña iglesia anglicana y un faro. Big Hill domina la isla desde su cima, de 174 metros y, al ser el punto más alto del archipiélago, ofrece impresionantes vistas de 360 grados.
Y entre los islotes deshabitados destacan la isla de Brion, al norte de Grosse-Île, una preciosa reserva ecológica y un refugio de fauna y flora único en Quebec; la Isla Cerdo, que recibe su nombre de la época en que los isleños criaban ese animal allí, pero que actualmente es el hogar de charranes, gaviotas y diversas garzas; o Bird Rock, un refugio para varias colonias de aves marinas; a la vez que Isla del Hombre Muerto es una curiosidad geológica con una “cabeza” de basalto negro, un “cuerpo” verde lagarto y una “cola” roja.